Organiza la Expedición

domingo, 14 de junio de 2015

DIARIO DE LA EXPEDICIÓN SAHARA 2015.

Cuando la Naturaleza se revela a los hombres,
 los hombres solo pueden admirar su belleza.



El año 2014 fue un año de intensos preparativos. Desde el mes de abril comenzó a planificarse una Expedición Científica al Desierto de Sáhara para la búsqueda y recuperación de meteoritos.

El objetivo de la Expedición era adentrar a un equipo de científicos en las arenas del desierto para recorrerlo en busca de fragmentos de meteoritos caídos, y encontrarnos con buscadores y nómadas que habían hallado en su deambular por el desierto estas rocas y las habían portado consigo como verdaderos tesoros.

La Expedición debería haber partido en la última semana de noviembre de 2014.  Pero por diversos motivos, no era el momento adecuado, y hubo que posponerse para la primavera de 2015.

Fue de esta manera como nació Expedición Sáhara 2015.

Curiosamente siempre me pregunté por qué los habitantes del desierto recuperaban estas rocas negras de las arenas y las portaban consigo como verdaderos tesoros.  Después de haber convivido con ellos, y ya al término de la Expedición, cuando me siento a redactar este diario, he comprendido el porqué.

Se constituyó la Expedición el día 15 de mayo de 2015.  Seis componentes de distinta formación científica y en otras áreas, que recorreríamos las arenas, nos encontraríamos con personas que tenían piedras, etc, con el interés de recuperar algunos de estos ejemplares.

Mi interés particular como Director del Museo Canario de Meteoritos, era recuperar meteoritos para exhibirlos en las vitrinas del Museo, para investigación científica, etc.  Los intereses particulares de algunos miembros de la expedición variaban desde vivir una experiencia maravillosa en las arenas del desierto, aprendiendo más sobre meteoritos y la recuperación de los mismos, hasta traer consigo joyas de gran valor en cuanto a estas y otras rocas se refiere.

El desarrollo de la Expedición Sáhara, que a continuación relato, lo inicio ya en casa, tras nuestro regreso, ya que el tiempo dedicado durante nuestra estancia en Dakhla y tierras aledañas, ha estado dedicado íntegramente a la formación, al estudio, a la expedición, y eventos de rigor que fueron surgiendo durante nuestra estancia.

Quiero antes de dar inicio al desarrollo del informe, hacer un par de agradecimientos muy especiales, y con mi mayor consideración y cariño, a dos personas que han hecho posible que nuestra estancia en Marruecos sea agradable y que hayan dispuesto a nuestra disposición, valga la redundancia, todos los medios técnicos necesarios para facilitar nuestra labor y estancia en aquel país tan maravilloso.

Va mi especial agradecimiento a Malki, quien desde Canarias movilizó todo lo necesario para la celebración de la Expedición, y otro gran agradecimiento a Bomba, quien en todo momento nos acompañó y procuró todo tipo de bienes y recursos, incluso los que iban surgiendo de improviso.  Mi agradecimiento es infinito hacia ellos, y por supuesto, no podían faltar sus nombres entre los nuestros, ya que, porque así ha sido, Allah o Dios mediante, han sido muchos en la sombra los que han hecho posible el desarrollo de la Expedición.

1er. DÍA DE EXPEDICIÓN.

La experiencia ha sido intensa desde el primer momento de nuestra llegada a Dakhla.  Aterrizó nuestro avión, de la compañía Canary Fly, hacia las 13:15 horas del día 20 de mayo de 2015.  Bomba y Nafaa nos recibieron en el Aeropuerto con la amabilidad y hospitalidad que solo el pueblo del Desierto sabe tener con los visitantes extranjeros (Gracias de nuevo, hermanos).

Tras recoger el equipaje, y dada la hora que era, nos dirigimos al restaurante donde íbamos a comer. La comida, como todas las del viaje, y las de los anteriores viajes que hice, volvía a ser abundante, exquisita, extraordinaria. Una ensalada con pulpo y una enorme bandeja de pescados y mariscos frescos magistralmente cocinados fueron nuestro deleite.  Incluso durante nuestro tiempo de comida pasaron a saludarlos algunos cargos de la ciudad de Dakhla para darnos la bienvenida y ofrecernos, por enésima vez, su amable disponibilidad hacia la Expedición y sus miembros.

Y allí estábamos, todos sentados en la misma mesa, Jorge H., mi colaborador incansable en esta aventura, fotógrafo profesional;  Manolo R., profesor de geología y biología; Ana J., médico; Mónica G., Farmacéutico; Jacopo M., Piloto; y quien suscribe, José García, director del Museo Canario de Meteoritos.  Junto a nosotros, Bomba, Delegado de Educación en Dakhla, y Nafaa y El Habi, sus incondicionales apoyos logísticos.

Un aluvión de sensaciones se vivían en el momento y que nos acompañaría posteriormente durante todo el viaje.

Tras la copiosa comida nos asomamos a la bahía de Dakhla, donde casi no mediábamos palabra.  Solo nos dejábamos llevar por la agradable (ya conocida por mí) sensación de caricia de la brisa del desierto sobre el mar… El espectáculo era maravilloso. A 14 kilómetros, en la otra parte de la península de Dakhla, se extendía el Gran Desierto donde dentro de unas horas estaríamos inmersos en la búsqueda de meteoritos.  Con esta agradable sensación, nos dirigimos al “Pequeño Museo del Sáhara Marroquí”, donde pudimos ver piezas preciosas de los nómadas, instrumentos, arte y costumbres antiguas y actuales del Sáhara.  Fue una visita muy agradable e instructiva.

Tras salir, nos dirigimos  a la residencia donde debíamos hospedarnos durante las dos siguientes noches, y nos instalamos como pudimos, aunque finalmente al día siguiente tomamos la decisión de trasladarnos a un hotel-residencia, ya que las condiciones higiénico sanitarias del lugar no eran muy agradables para ninguno de los miembros del grupo.

No disponíamos allí de agua caliente, apenas de agua a ratos durante el día, y los sanitarios no se encontraban en su mejor momento, precisamente.  No obstante, la primera noche la pasamos en la residencia.

 Lamentablemente y sintiéndolo mucho, Sáhara es una tierra preciosa, pero el nivel de vida y sanidad dejan mucho que desear debido al escaso desarrollo en que se encuentra sumido en la actualidad. Los mejores recursos de la ciudad pueden resultar para nosotros básicos o deficientes, acostumbrados a los “lujos innecesarios” de occidente.   En esta tierra, donde tener un buen teléfono móvil se hace tan inútil como cualquiera de los demás lujos a los que estamos acostumbrados, uno aprende a valorar el valor de lo que tenemos en nuestro país de origen, y al mismo tiempo se remueve algo en las entrañas que le lleva a uno a dar lo mejor de sí hacia aquellas gentes tan hospitalarias y amigables.


Aquella noche disfrutamos de una extraordinaria cena a base de ensaladas y pollo asado a la brasa, exquisito.  Aprovechamos la tarde para tener una pequeña reunión de trabajo, previo a que esa misma tarde íbamos a encontrarnos con algunas piedras que tenía Nafaa en su casa, y por lo tanto iba a resultar interesante que los expedicionarios tuvieran su primera toma de contacto con rocas que presumían ser meteoritos. 


Los tipos básicos de meteoritos que nos podíamos encontrar eran dos; metálicos y rocosos.  Las características de todos ellos, sucintamente resumidas, eran la presencia de una costra fundida por la superficie de la roca, que si estaba fragmentada iba a dejar más en evidencia dicha cualidad.  La densidad de las mismas, debido al contenido en metales. Y la cualidad ferromagnética debido a lo mismo.

Con estas indicaciones ampliadas, nos encontramos con Nafaa en su casa, donde nos enseñó un arsenal de rocas recogidas en el desierto.

Todos los miembros de la expedición examinaron minuciosamente cada uno de los ejemplares, a medida que discutíamos sobre lo que creíamos que podía ser o no un meteorito.  Debo admitir que resultó una clase práctica de mi mayor interés y estoy seguro que del interés de todo el equipo. 

Manolo quizás por su formación en geología disfrutó especialmente de estas experiencias de campo. 

Estudiadas las rocas presentadas, llegamos a la unánime conclusión de que entre ellas, no había ningún meteorito.  Pero sí hubo una roca que nos llamó especialmente la atención, y que se trataba de una herramienta arqueológica; un hacha lítica.  En primera instancia no llamó mucho la atención de los expedicionarios, pero cuando me percaté de ella,  y lo hice saber, el interés cogió aumento, de forma que Ana decidió hacer una oferta a Nafaa para comprársela. 

Finalmente Nafaa la regaló a Ana.  Se trataba de la primera pieza interesante recuperada.

Unos minutos más tarde llegó a casa de Nafaa otro señor con piedras.  Es extraordinario cómo corren las voces en el desierto.  ¡Hay expertos en meteoritos! Y salen personas con sacos de piedras de cualquier parte.

Llegó aquel señor, como digo, con tres o cuatro piedras.  Una de ellas era otro hacha lítica, que también Ana adquirió como gemela de la recientemente adquirida.  El resto de rocas no eran de especial interés para la Expedición.

Ahora había llegado la hora del descanso.  El desierto nos esperaba a la mañana siguiente.


2º DÍA DE EXPEDICIÓN.

Suena el despertador hacia las 7 de la mañana. Un intenso día nos espera para hacer la primera batida sobre el desierto.  La noche no ha sido muy agradable para algunos de los miembros de la expedición por diversos motivos (incomodidad, etc…).  Hemos decidido mirar algún hotel con mejores condiciones que la residencia donde nos hemos hospedado.  Algunos estamos cansados por no haber dormido bien, y se acumulan las tensiones.  Intentamos disfrutar del viaje y cumplir con el programa previsto.

Tras ver un hotel, nos dirigimos al desayuno.  Por fin un buen café con leche, un zumo de naranja y un exquisito pan con queso y aceite de argán para coger energías para el desierto.

Antes de partir a las arenas, una parada obligatoria en el mercado para hacer acopio de frutas y agua para el trayecto, y enfilamos la carretera bajo el volante de Nafaa. 

Es maravilloso contemplar kilómetros y kilómetros de extensiones arenosas, hasta perderse más allá del horizonte. El clima era benévolo en esta época del año. Recuerdo que incluso durante toda la Expedición no prescindí de las sudaderas que tan a mano me vinieron, y que fueron encargadas exclusivamente para la Expedición.  La brisa era agradable y la compañía más aún.  Tras varios kilómetros por pista asfaltada, el todoterreno enfiló campo a través. Comenzaba lo bueno.  Los ojos rastreaban las tierras en busca de “algo negro” que destacase sobre el pálido suelo.  Todo era observado, todo era analizado en el momento.  Recorríamos suelos bastante estables geológicamente.  Observamos que se trataba de fondos marinos fosilizados, en los que abundaban los fósiles de bivalvos. Recogimos algunas muestras muy bien conservadas. 

Es extraordinario el sentido de la orientación que tienen los habitantes del desierto.  Cuando ya no hay referencias de carreteras por ninguna parte, un montón de piedras, tal vez una sombra en el horizonte, es suficiente para saber de inmediato dónde están y hacia dónde dirigirse…

De repente, algo negro llama la atención al director de Expedición, y damos media vuelta.  Recuperamos 200 metros, y localizamos el objeto… por desgracia no era un meteorito, sino un fragmento de chatarra de un proyectil perdido en el campo, oxidado ya.  Allí sobre el terreno hicimos una breve batida. No hubo resultado positivo.  Continuamos el camino.

Unos kilómetros más adelante nos encontramos con un rebaño de camellos pastando.  Nafaa decide parar para preguntar a los pastores si por alguna casualidad ellos tienen “piedras negras” en su haima… curiosamente raro es el habitante que no tiene piedras negras.  Efectivamente nos confirma que tiene algunas, y nos dirigimos a la haima a verlas.

Pude hacer un reconocimiento de las rocas, y efectivamente entre ellas había basaltos, había pedernales y otras rocas de tipo areniscas. Pero también había un meteorito.  Era una condrita ordinaria, pequeña, de quizás unos 30 gramos, con una costra negra muy fresca y bien conservada.  Ante el interés que tenía en adquirirla solicité saber si la vendía y por cuánto la vendía.  1000 dírhams.

Me pareció excesivo y como no admitía contraofertas, cortamos por lo sano con un té a la menta y decidimos hacer una nueva batida de búsqueda por la zona, con resultado también negativo.

Cuando dimos la voz para reunir al grupo y continuar llegaba un todoterreno cargado con una camella y la cría, que al parecer se habían extraviado del rebaño y fueron halladas 300 kilómetros más allá.  Retomamos el camino.

Tras nuevas paradas para nuevas batidas con resultado negativo, el equipo retornó a la ciudad. Era la hora de la comida, y la tarde se presentaba interesante en cuanto a formación.

El restaurante nos tenía, como cada día, la mesa reservada y preparada para los miembros de la expedición.  Una refrescante ensalada, y el plato fuerte; camello en salsa.

Era la primera vez que probábamos el camello guisado, pero la carne es suculenta, parecida a la de cordero, y la salsa extremadamente sabrosa invitaba a mojar pan y deleitarnos con un auténtico manjar del desierto.  Un gran plato de pescado frito completó el menú, para aquellos que no les agradara la carne de camello.  Efectivamente el estómago de un español no está acostumbrado, ni su paladar tampoco, a la comida del desierto, y debo decir que fue un detalle significativo que tuvieran esta consideración con nosotros.  Es de agradecer y mucho.

Al término de la comida, estuvimos planificando un poco sobre la tarde y la cena.  Visitamos las plazas de mercado y artesanía de Dakhla, donde encontramos meteoritos en algunas tiendas.  Cambiamos euros por dírhams para poder hacer compras y nos echamos a la aventura en lo que organizaba un encuentro con varios buscadores de meteoritos que querían reunirse con nosotros esa tarde.

El desarrollo de la expedición iba adecuadamente.  La tarde la dedicamos a instalarnos en el hotel, y posteriormente nos dirigimos a la oficina de Bomba, en la Delegación de Educación de Dakhla, donde llevaríamos a cabo la formación prevista.  Proyector y portátil, y comenzamos el temario.

Bomba es consejero de Educación, un señor de influencia y con cierto poder en Dakhla, y en honor a la verdad, un excelente anfitrión.  No nos dejó solos en ningún momento.

La tarde se desarrolló en la oficina, donde tuvimos ocasión de estudiar los tipos de asteroides, la disposición de los mismos en el sistema solar, su comportamiento, composiciones, interacción, relación con los meteoritos.  Vimos la composición química y mineralógica de los meteoritos, sus componentes físicos, y las características macroscópicas y microscópicas que manifestaban.  Estudiamos con detalle las costras de fusión, las fases metálicas, su comportamiento, los cóndrulos, las bandas de cristalización…
Entre medio tocábamos temas interesantes, como la conservación de las rocas, las alteraciones de la atmósfera, la datación radiométrica, la conservación de las mismas, la procedencia, etc.

Durante dos horas y media de intenso estudio, el equipo de la expedición salimos para pasear un poco y ojear la zona. Tomar un poco de aire y disfrutar de un rato de distensión.

La última etapa de la tarde fue interesante, ya que Ana, Mónica y un servidor pudimos comprar tres meteoritos muy interesantes a muy buen precio.  También tuvimos ocasión de ver meteoritos en otras tiendas, pero ya que nos pedían unas cantidades de dinero muy elevadas, decidimos descartarlos de momento.  No queríamos que también allí pensaran que estábamos en la desesperación de comprarlos a cualquier precio, habiendo una oferta de meteoritos tan grande.

A la salida fuimos invitados a un evento de improviso.  Efectivamente cuando planificamos la expedición informamos a todos los miembros y contábamos con que en cualquier momento de nuestro viaje, podríamos ser invitados a algún evento al que por pura cortesía, como equipo científico, asistiríamos, ya que también por cortesía nos habían facilitado mucho las cosas para el perfecto desarrollo de nuestros planes en Dakhla.  Todos sabemos lo difíciles que están las cosas por Marruecos...

En aquel país con bastante frecuencia uno es invitado a eventos, máxime cuando ostenta una consideración como la que ostentábamos nosotros; éramos expedicionarios acreditados por el Museo Canario de Meteoritos, personal que en Marruecos teníamos la consideración de Científicos, y por lo tanto se nos había permitido el desarrollo científico de nuestra estancia.

La apertura de un restaurante en Dakhla siempre es un evento, máxime cuando se trata de un empresario español, y además, si es un local de lujo.  El equipo fue invitado cortesmente a la inauguración.

Motivo del evento hubo un grave incidente entre dos miembros del equipo que, lamentándolo mucho, supuso un escollo en la integridad del grupo.  Admito que supuso una mancha grave ante empresarios y autoridades de Dakhla. El prestigio de una Expedición científica quedó en entredicho, al menos por ese momento.  Posteriores reuniones y gracias a la diplomacia todo quedó en un incidente sin mayor importancia y el prestigio de la Expedición no se vio afectado.  

La cena tuvo lugar en casa de Bomba, donde fuimos agasajados con un exquisito té de la mejor calidad, un maravilloso incienso aromático, y el mejor cus cus con verduras y carne que en mi vida he probado.

Y cómo no, aparecieron de la nada dos personas con sacos de piedras. 

Los expedicionarios pudimos observarlas, estudiarlas, practicar la identificación de meteoritos, y finalmente entre todas ellas, solo dos pedacitos pequeños eran meteoritos.  Uno de ellos fue regalado a Ana, el otro no quiso venderlo. 

Tras un intenso día, lo mejor era retirarse a descansar. Tomar una buena ducha caliente y dormir.  A la mañana siguiente el equipo debía reunirse en la recepción del hotel a las 10.00 horas. Era preciso permitir algunas horas más de descanso al equipo. 


3º DIA DE EXPEDICIÓN.

Tras un reparador sueño y una buena ducha caliente, uno coge con mejor pie eso de salir al desierto.  Hoy nos esperaba un gran día, ya que íbamos a conocer algunos lugares significativos en Dakhla, iríamos al lugar donde íbamos a acampar esa noche y desde ahí partiríamos a efectuar las búsquedas de meteoritos y demás.

El desayuno era de obligado cumplimiento para coger fuerzas para iniciar un día que, casi sin darnos cuenta, iba a ser el mejor día de toda la Expedición.

Enfilamos la carretera, donde nuestra primera parada fue el kilómetro 25.  Este precioso paraje es conocido mundialmente por tener un emplazamiento privilegiado para la práctica del katesurf.  Varios campings por la zona dejaban constancia de ello, así como decenas de surferos surcando las olas de la bahía de Dakhla.  Un agua cristalina y turquesa que era las delicias de nuestras cámaras fotográficas.

En semejante emplazamiento evidentemente pudimos tomar algunas de las más bellas imágenes de todo el viaje.

Tras media hora de descanso y sesión fotográfica, continuamos avanzando en la carretera hasta llegar a los arenales que alimentaba Duna Blanca.  Los 4 x 4 en alguna ocasión tuvieron alguna dificultad en la arena, que salvamos sin contratiempo, tiempo durante el cual pudimos reconocer tierras cercanas, ver piedras, paisajes… Era extraordinario todo aquello.  Turbantes puestos para el sol y la arena, continuamos hacia duna blanca.

Cuando alcé mi vista y contemplé aquella enorme duna de arenas blancas como la nieve en medio de una playa inmensa que se perdía a la vista en el horizonte, comprendí porqué aquel lugar tenía una mágica consideración, casi como si fuera un santuario, entre los habitantes del lugar.  Era sencillamente Majestuoso…

Dejamos los vehículos a una distancia razonable, y caminamos hacia Duna Blanca, que la fuimos subiendo poco  a poco dejándonos abrazar por las arenas del desierto.  El espectáculo a la vista era, sencillamente precioso.

Desde lo alto de la enorme duna podía verse el mar, el desierto, la playa, y la preciosa laguna que paraba el avance de la duna, razón por la cual no se movía nunca del lugar.

Hicimos fotos, nos maravillamos con el paisaje… pero la carretera nos reclamaba de nuevo a continuar hasta el campamento, así que enfilamos de nuevo el viaje, camino de Al Argoub.

Cuando llegamos al pequeño pueblito, en la gasolinera de la entrada (ruinosa, sea dicho de paso), hicimos un alto en el camino, tomamos un té junto a nuestros anfitriones.  Debo decir que en todo momento nos trataron como a reyes. Fue extraordinario.

En ese lapso de tiempo, la guardia civil de Dakhla nos tomaba nota de los datos de pasaporte, ya que esa noche iban a estar patrullando cerca del campamento donde íbamos a pernoctar para que estuviéramos protegidos, y a la vez, iban preparando la comida, antes de bajar al campamento, que ya lo estaban montando los pescadores.

Disfrutamos de una estupenda comida a base de ensalada marroquí y corvina rebozada exquisita y fresca.  Una enorme bandeja de fruta completó el refectorio, y al término, bajamos al campamento.

Las haimas ya estaban montadas, a falta de los colchones y pocos detalles más.  En ese rato estuvimos acomodando los equipajes, y algunos salimos a reconocer los alrededores.

De inmediato a Manolo y a mí nos llamó profundamente la atención la gigantesca pared de rocas formadas por millones de fósiles de bivalvos y otros animales marinos que se levantaba ante la playa, dándonos cobijo. Y fue aquí en la playa de Al Argoub donde pudimos recoger numerosos fósiles marinos perfectamente conservados, dientes de tiburón, bivalvos, equinodermos, corales, etc…

Mientras los apoyos logísticos terminaban de montar el campamento y demás, El Habi nos condujo hasta las inmediaciones de Imlili, una zona donde al parecer se veían grupos de franceses buscando meteoritos con bastante frecuencia.

En el trayecto hicimos dos paradas más para abrir batidas de búsqueda de meteoritos en el desierto. Tras examinar los terrenos por dónde íbamos pasando seleccionando los suelos más estables y ausentes de arena, abríamos batidas sin mucho resultado.  Si acaso algunas rocas y muchos pedernales propio de esas tierras silícicas. El viento racheaba y la tarde estaba cayendo.  Pude comprobar una vez más que identificar rocas negras sobre un suelo de tono pálido se hacía mucho más fácil si situaba el sol a mis espaldas, de forma que eliminaba las sombras que las rocas proyectaban sobre el terreno. 

Finalmente pasamos Imlili y hacia la izquierda se levantaban unas colinas en cuyos valles se acumulaba algo de arena.  El viento continuaba racheando con intensidad, por lo que se agradeció la ropa de abrigo y el turbante.  Hicimos un alto, en aquellas colinas al parecer se solían ver a grupos de franceses buscando meteoritos. Pensé que sería interesante hacer una batida por la zona antes de retirarnos a la haima del campamento.

Nos abrimos nuevamente y comenzamos a rastrear por el suelo.

Fue en ese momento cuando mi vista se fijó en una pequeña roca oscura sobre el terreno, sin tocarla me acerqué para examinarla. Efectivamente, acababa de hacer el hallazgo de un meteorito.  Marqué el lugar con una piedra de cuarzo blanco, no toqué nada, y regresé al vehículo a dar aviso y reunir al equipo en torno al hallazgo para su documentación.

Cuando fuimos llegando, tomamos todos los datos precisos en el lugar.  Eran las 18:32 UTC (19:32 hora local)  del viernes 22 de mayo de 2015.  Las coordenadas geográficas 23.285381, -15.958395, equivalentes a 23º17’7.3716’’ N, 15º57’30.2214’’O. 
Situé el cubo de escala junto al ejemplar, solicité a Manolo que marcara las coordenadas geográficas junto al meteorito, y a Jorge que documentara gráficamente el hallazgo.  Hecho esto, procedimos a la toma de datos, pesamos el ejemplar, que resultó en 14.8 gramos, y a recuperar el mismo.  Fue una experiencia fascinante.

Proseguimos la búsqueda. Al parecer Mónica entre las piedras que aisló hay otra que parece meteorito, pero que deja ciertas dudas hasta que no lleguemos a casa y podamos estudiarlo adecuadamente.

Esta zona quedará marcada como zona de búsqueda para futuras visitas.

De camino al campamento hicimos un nuevo alto para hacer otra búsqueda breve, con resultado negativo.

De vuelta al campamento aún había luz en el cielo. El sol ya había caído pero la tarde estaba clara. El viento que se metió continuó durante gran parte de la noche, lo que dificultó bastante la astronomía que teníamos prevista hacer.  Tampoco ayudó que el telescopio sufriera un percance y no pudimos usarlo.

Mientras algunos del equipo nos acomodábamos en las haimas, otros examinaban el terreno en busca de fósiles. Un té reconfortaba de la caminata. 

Comentábamos sobre el día, y en reunión todos los participantes y demás personal logístico disfrutábamos de una agradable tarde resguardados del viento en la haima, mientras esperábamos la cena. Al parecer nos estaban preparando un suculento arroz amarillo con verduras y pescado.

Mientras tanto salimos al exterior y láser en mano fuimos viendo las constelaciones que el maravilloso cielo del desierto nos ofrecía.  La luna estaba en creciente de cinco días, iluminando al 25% a una distancia de 397.586 kilómetros de la Tierra, y hasta las 23:40 horas no caería detrás de horizonte, pero aún así, las constelaciones mayores eran claramente visibles en el cielo, incluido el eje de rotación terrestre, desde la estrella polar hasta la cruz del sur.

Terminamos la sesión de astronomía y volvimos a la haima para la cena.  Estuvimos charlando animadamente de diversos temas y de pronto llegó la cena. Dos enormes bandejas de arroz amarillo con verduras y pescado que, sobre el suelo de la haima, degustamos por grupos.  Fue una experiencia maravillosa.

La noche continuó animada hasta que ya algunos fueron retirándose al descanso en la haima.  Finalmente, todos sucumbimos en nuestros sacos de dormir o entre mantas al sueño, a reponer fuerzas para el día siguiente, último de la Expedición Sáhara 2015.


4º DIA DE EXPEDICIÓN.-

Amanece sobre el mar en la playa de Al Argoub. Un soleado día, precioso y fresco que nos invitó a pasear por la extraordinaria playa de blancas arenas.

Tomamos un té, unas galletas, y salimos a hacer una nueva batida sobre el terreno mientras desmontaban las haimas.  Recurrimos los terrenos cercanos, encontramos gran cantidad de fósiles, muy bien conservados, por cierto, muchos de los cuales pudimos aislarlos para traerlos a Canarias, para nuestras colecciones particulares.  Casi una hora de batida por las arenas. Pero ningún meteorito.

Nos recogieron en los coches, y salimos hacia Al Argoub para desayunar.  Desayuno que disfrutamos en una “cafetería” debajo de una carnicería.  Las carnicerías en Marruecos son lugares pintorescos especialmente preparados para aquellas personas de estómago duro.  Un par de piezas de cabra colgadas de cualquier forma, sin ninguna garantía sanitaria, de unos ganchos, a la vista de todos, pasto de las moscas que el carnicero se empeña en espantar con un plumero a palo limpio contra la cabra muerta, y con un poco de imaginación, la cubre con un trapo que se sostiene solo de la mierda que tiene… 

Aprovechamos el tiempo del desayuno para que el mecánico le echara un ojo a uno de los jeeps, que al parecer iba demasiado acelerado.  Terminado el trabajo, partimos hacia Dakhla, donde llegaríamos para la comida.

Esta comida iba a ser muy especial, por varios motivos.

Se trataba de una invitación del Director de la Cámara de Comercio de Laayoune a los miembros de la Expedición científica.  Sin duda fue un halago ya que la invitación se basó en pescado fresco, ensaladas varias, y dos kilos de langostas exquisitamente preparadas que fueron nuestro más delicioso plato.  Degustar estos manjares fue toda una experiencia, ya que los miembros de la expedición quedamos todos muy gratamente sorprendidos.

Terminada la comida, salimos a pasear.  Teníamos una hora antes de salir hacia el Aeropuerto. Eran las 4 de la tarde y decidimos darnos un paseo por las tiendas donde anteriormente habíamos localizado algunos meteoritos, para lanzar alguna oferta de interés para todos.  En esta ocasión tuvimos la suerte de que el comerciante se vino a razones, y tanto Manolo, como Mónica, Ana y un servidor, pudimos comprar varios meteoritos y fósiles a precios extremadamente asequibles.  Era evidente que el negocio estaba hecho.

De esta forma, pudimos adquirir algunas Condritas preciosas que forman parte del tesoro que hemos traído de Marruecos en la Expedición.

A las 5 de la tarde, nos recogieron Bomba y Nafaa y nos llevaron al aeropuerto.  La Expedición Sáhara 2015 había tocado su fin.  En poco menos de una hora estaríamos de regreso en Gran Canaria, con la mochila llena de experiencias y nuevos amigos, y con los tesoros que pudimos reconocer, encontrar y recuperar en aquel maravilloso país que es Marruecos.

Con esto cierro este relato de las andanzas de la Expedición por el desierto, para dar paso al resto de informes que se desarrollarán acto seguido al regreso, con la exposición de los especímenes traídos y estudiados y todos aquellos otros informes de interés para el futuro desarrollo de nuevas expediciones científicas al desierto.

Quiero agradecer nuevamente, con el corazón en la mano, a todos los que han participado y hecho posible el desarrollo de la Expedición Científica al desierto.


José García.

Director de la Expedición SAHARA 2015.

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