Cuando la Naturaleza se revela a los hombres,
los hombres solo pueden
admirar su belleza.
El año 2014 fue un año de intensos
preparativos. Desde el mes de abril comenzó a planificarse una Expedición
Científica al Desierto de Sáhara para la búsqueda y recuperación de meteoritos.
El objetivo de la Expedición era
adentrar a un equipo de científicos en las arenas del desierto para recorrerlo
en busca de fragmentos de meteoritos caídos, y encontrarnos con buscadores y
nómadas que habían hallado en su deambular por el desierto estas rocas y las
habían portado consigo como verdaderos tesoros.
La Expedición debería haber partido
en la última semana de noviembre de 2014.
Pero por diversos motivos, no era el momento adecuado, y hubo que
posponerse para la primavera de 2015.
Fue de esta manera como nació
Expedición Sáhara 2015.
Curiosamente siempre me pregunté
por qué los habitantes del desierto recuperaban estas rocas negras de las
arenas y las portaban consigo como verdaderos tesoros. Después de haber convivido con ellos, y ya al
término de la Expedición, cuando me siento a redactar este diario, he
comprendido el porqué.
Se constituyó la Expedición el día
15 de mayo de 2015. Seis componentes de
distinta formación científica y en otras áreas, que recorreríamos las arenas,
nos encontraríamos con personas que tenían piedras, etc, con el interés de
recuperar algunos de estos ejemplares.
Mi interés particular como Director
del Museo Canario de Meteoritos, era recuperar meteoritos para exhibirlos en
las vitrinas del Museo, para investigación científica, etc. Los intereses particulares de algunos
miembros de la expedición variaban desde vivir una experiencia maravillosa en
las arenas del desierto, aprendiendo más sobre meteoritos y la recuperación de
los mismos, hasta traer consigo joyas de gran valor en cuanto a estas y otras
rocas se refiere.
El desarrollo de la Expedición
Sáhara, que a continuación relato, lo inicio ya en casa, tras nuestro regreso,
ya que el tiempo dedicado durante nuestra estancia en Dakhla y tierras
aledañas, ha estado dedicado íntegramente a la formación, al estudio, a la
expedición, y eventos de rigor que fueron surgiendo durante nuestra estancia.
Quiero antes de dar inicio al
desarrollo del informe, hacer un par de agradecimientos muy especiales, y con
mi mayor consideración y cariño, a dos personas que han hecho posible que
nuestra estancia en Marruecos sea agradable y que hayan dispuesto a nuestra
disposición, valga la redundancia, todos los medios técnicos necesarios para
facilitar nuestra labor y estancia en aquel país tan maravilloso.
Va mi especial agradecimiento a
Malki, quien desde Canarias movilizó todo lo necesario para la celebración de
la Expedición, y otro gran agradecimiento a Bomba, quien en todo momento nos
acompañó y procuró todo tipo de bienes y recursos, incluso los que iban
surgiendo de improviso. Mi
agradecimiento es infinito hacia ellos, y por supuesto, no podían faltar sus
nombres entre los nuestros, ya que, porque así ha sido, Allah o Dios mediante, han
sido muchos en la sombra los que han hecho posible el desarrollo de la
Expedición.
1er. DÍA DE EXPEDICIÓN.
La experiencia ha sido intensa
desde el primer momento de nuestra llegada a Dakhla. Aterrizó nuestro avión, de la compañía Canary
Fly, hacia las 13:15 horas del día 20 de mayo de 2015. Bomba y Nafaa nos recibieron en el Aeropuerto
con la amabilidad y hospitalidad que solo el pueblo del Desierto sabe tener con
los visitantes extranjeros (Gracias de nuevo, hermanos).
Tras recoger el equipaje, y dada la
hora que era, nos dirigimos al restaurante donde íbamos a comer. La comida,
como todas las del viaje, y las de los anteriores viajes que hice, volvía a ser
abundante, exquisita, extraordinaria. Una ensalada con pulpo y una enorme
bandeja de pescados y mariscos frescos magistralmente cocinados fueron nuestro
deleite. Incluso durante nuestro tiempo
de comida pasaron a saludarlos algunos cargos de la ciudad de Dakhla para
darnos la bienvenida y ofrecernos, por enésima vez, su amable disponibilidad
hacia la Expedición y sus miembros.
Y allí estábamos, todos sentados en
la misma mesa, Jorge H., mi colaborador incansable en esta aventura,
fotógrafo profesional; Manolo R.,
profesor de geología y biología; Ana J., médico; Mónica G.,
Farmacéutico; Jacopo M., Piloto; y quien suscribe, José García, director del
Museo Canario de Meteoritos. Junto a
nosotros, Bomba, Delegado de Educación en Dakhla, y Nafaa y El Habi, sus
incondicionales apoyos logísticos.
Un aluvión de sensaciones se vivían
en el momento y que nos acompañaría posteriormente durante todo el viaje.
Tras la copiosa comida nos asomamos
a la bahía de Dakhla, donde casi no mediábamos palabra. Solo nos dejábamos llevar por la agradable
(ya conocida por mí) sensación de caricia de la brisa del desierto sobre el
mar… El espectáculo era maravilloso. A 14 kilómetros, en la otra parte de la
península de Dakhla, se extendía el Gran Desierto donde dentro de unas horas
estaríamos inmersos en la búsqueda de meteoritos. Con esta agradable sensación, nos dirigimos al
“Pequeño Museo del Sáhara Marroquí”, donde pudimos ver piezas preciosas de los
nómadas, instrumentos, arte y costumbres antiguas y actuales del Sáhara. Fue una visita muy agradable e instructiva.
Tras salir, nos dirigimos a la residencia donde debíamos hospedarnos
durante las dos siguientes noches, y nos instalamos como pudimos, aunque
finalmente al día siguiente tomamos la decisión de trasladarnos a un
hotel-residencia, ya que las condiciones higiénico sanitarias del lugar no eran
muy agradables para ninguno de los miembros del grupo.
No disponíamos allí de agua
caliente, apenas de agua a ratos durante el día, y los sanitarios no se
encontraban en su mejor momento, precisamente.
No obstante, la primera noche la pasamos en la residencia.
Aquella noche disfrutamos de una
extraordinaria cena a base de ensaladas y pollo asado a la brasa,
exquisito. Aprovechamos la tarde para
tener una pequeña reunión de trabajo, previo a que esa misma tarde íbamos a
encontrarnos con algunas piedras que tenía Nafaa en su casa, y por lo tanto iba
a resultar interesante que los expedicionarios tuvieran su primera toma de
contacto con rocas que presumían ser meteoritos.
Los tipos básicos de meteoritos que
nos podíamos encontrar eran dos; metálicos y rocosos. Las características de todos ellos,
sucintamente resumidas, eran la presencia de una costra fundida por la
superficie de la roca, que si estaba fragmentada iba a dejar más en evidencia dicha
cualidad. La densidad de las mismas,
debido al contenido en metales. Y la cualidad ferromagnética debido a lo mismo.
Con estas indicaciones ampliadas,
nos encontramos con Nafaa en su casa, donde nos enseñó un arsenal de rocas
recogidas en el desierto.
Todos los miembros de la expedición
examinaron minuciosamente cada uno de los ejemplares, a medida que discutíamos
sobre lo que creíamos que podía ser o no un meteorito. Debo admitir que resultó una clase práctica de
mi mayor interés y estoy seguro que del interés de todo el equipo.
Manolo quizás por su formación en
geología disfrutó especialmente de estas experiencias de campo.
Estudiadas las rocas presentadas,
llegamos a la unánime conclusión de que entre ellas, no había ningún
meteorito. Pero sí hubo una roca que nos
llamó especialmente la atención, y que se trataba de una herramienta
arqueológica; un hacha lítica. En
primera instancia no llamó mucho la atención de los expedicionarios, pero
cuando me percaté de ella, y lo hice
saber, el interés cogió aumento, de forma que Ana decidió hacer una oferta a
Nafaa para comprársela.
Finalmente Nafaa la regaló a
Ana. Se trataba de la primera pieza
interesante recuperada.
Unos minutos más tarde llegó a casa
de Nafaa otro señor con piedras. Es extraordinario
cómo corren las voces en el desierto. ¡Hay
expertos en meteoritos! Y salen personas con sacos de piedras de cualquier
parte.
Llegó aquel señor, como digo, con
tres o cuatro piedras. Una de ellas era
otro hacha lítica, que también Ana adquirió como gemela de la
recientemente adquirida. El resto de
rocas no eran de especial interés para la Expedición.
Ahora había llegado la hora del
descanso. El desierto nos esperaba a la
mañana siguiente.
2º DÍA DE EXPEDICIÓN.
Suena el despertador hacia las 7 de
la mañana. Un intenso día nos espera para hacer la primera batida sobre el
desierto. La noche no ha sido muy
agradable para algunos de los miembros de la expedición por diversos motivos (incomodidad,
etc…). Hemos decidido mirar algún hotel
con mejores condiciones que la residencia donde nos hemos hospedado. Algunos estamos cansados por no haber dormido
bien, y se acumulan las tensiones.
Intentamos disfrutar del viaje y cumplir con el programa previsto.
Tras ver un hotel, nos dirigimos al
desayuno. Por fin un buen café con
leche, un zumo de naranja y un exquisito pan con queso y aceite de argán para coger
energías para el desierto.
Antes de partir a las arenas, una
parada obligatoria en el mercado para hacer acopio de frutas y agua para el
trayecto, y enfilamos la carretera bajo el volante de Nafaa.
Es maravilloso contemplar
kilómetros y kilómetros de extensiones arenosas, hasta perderse más allá del
horizonte. El clima era benévolo en esta época del año. Recuerdo que incluso
durante toda la Expedición no prescindí de las sudaderas que tan a mano me
vinieron, y que fueron encargadas exclusivamente para la Expedición. La brisa era agradable y la compañía más
aún. Tras varios kilómetros por pista
asfaltada, el todoterreno enfiló campo a través. Comenzaba lo bueno. Los ojos rastreaban las tierras en busca de
“algo negro” que destacase sobre el pálido suelo. Todo era observado, todo era analizado en el
momento. Recorríamos suelos bastante
estables geológicamente. Observamos que
se trataba de fondos marinos fosilizados, en los que abundaban los fósiles de bivalvos.
Recogimos algunas muestras muy bien conservadas.
Es extraordinario el sentido de la
orientación que tienen los habitantes del desierto. Cuando ya no hay referencias de carreteras
por ninguna parte, un montón de piedras, tal vez una sombra en el horizonte, es
suficiente para saber de inmediato dónde están y hacia dónde dirigirse…
De repente, algo negro llama la
atención al director de Expedición, y damos media vuelta. Recuperamos 200 metros, y localizamos el
objeto… por desgracia no era un meteorito, sino un fragmento de chatarra de un
proyectil perdido en el campo, oxidado ya.
Allí sobre el terreno hicimos una breve batida. No hubo resultado
positivo. Continuamos el camino.
Unos kilómetros más adelante nos
encontramos con un rebaño de camellos pastando.
Nafaa decide parar para preguntar a los pastores si por alguna
casualidad ellos tienen “piedras negras” en su haima… curiosamente raro es el
habitante que no tiene piedras negras.
Efectivamente nos confirma que tiene algunas, y nos dirigimos a la haima
a verlas.
Pude hacer un reconocimiento de las
rocas, y efectivamente entre ellas había basaltos, había pedernales y otras
rocas de tipo areniscas. Pero también había un meteorito. Era una condrita ordinaria, pequeña, de
quizás unos 30 gramos, con una costra negra muy fresca y bien conservada. Ante el interés que tenía en adquirirla
solicité saber si la vendía y por cuánto la vendía. 1000 dírhams.
Me pareció excesivo y como no
admitía contraofertas, cortamos por lo sano con un té a la menta y decidimos
hacer una nueva batida de búsqueda por la zona, con resultado también negativo.
Cuando dimos la voz para reunir al
grupo y continuar llegaba un todoterreno cargado con una camella y la cría, que
al parecer se habían extraviado del rebaño y fueron halladas 300 kilómetros más
allá. Retomamos el camino.
Tras nuevas paradas para nuevas
batidas con resultado negativo, el equipo retornó a la ciudad. Era la hora de
la comida, y la tarde se presentaba interesante en cuanto a formación.
El restaurante nos tenía, como cada
día, la mesa reservada y preparada para los miembros de la expedición. Una refrescante ensalada, y el plato fuerte;
camello en salsa.
Era la primera vez que probábamos
el camello guisado, pero la carne es suculenta, parecida a la de cordero, y la
salsa extremadamente sabrosa invitaba a mojar pan y deleitarnos con un
auténtico manjar del desierto. Un gran
plato de pescado frito completó el menú, para aquellos que no les agradara la
carne de camello. Efectivamente el
estómago de un español no está acostumbrado, ni su paladar tampoco, a la comida
del desierto, y debo decir que fue un detalle significativo que tuvieran esta
consideración con nosotros. Es de
agradecer y mucho.
Al término de la comida, estuvimos
planificando un poco sobre la tarde y la cena.
Visitamos las plazas de mercado y artesanía de Dakhla, donde encontramos
meteoritos en algunas tiendas. Cambiamos
euros por dírhams para poder hacer compras y nos echamos a la aventura en lo
que organizaba un encuentro con varios buscadores de meteoritos que querían
reunirse con nosotros esa tarde.
El desarrollo de la expedición iba
adecuadamente. La tarde la dedicamos a
instalarnos en el hotel, y posteriormente nos dirigimos a la oficina de Bomba,
en la Delegación de Educación de Dakhla, donde llevaríamos a cabo la formación
prevista. Proyector y portátil, y
comenzamos el temario.
Bomba es consejero de Educación, un
señor de influencia y con cierto poder en Dakhla, y en honor a la verdad, un
excelente anfitrión. No nos dejó solos
en ningún momento.
La tarde se desarrolló en la
oficina, donde tuvimos ocasión de estudiar los tipos de asteroides, la
disposición de los mismos en el sistema solar, su comportamiento,
composiciones, interacción, relación con los meteoritos. Vimos la composición química y mineralógica
de los meteoritos, sus componentes físicos, y las características macroscópicas
y microscópicas que manifestaban.
Estudiamos con detalle las costras de fusión, las fases metálicas, su
comportamiento, los cóndrulos, las bandas de cristalización…
Entre medio tocábamos temas
interesantes, como la conservación de las rocas, las alteraciones de la
atmósfera, la datación radiométrica, la conservación de las mismas, la
procedencia, etc.
Durante dos horas y media de
intenso estudio, el equipo de la expedición salimos para pasear un poco y
ojear la zona. Tomar un poco de aire y disfrutar de un rato de distensión.
La última etapa de la tarde fue
interesante, ya que Ana, Mónica y un servidor pudimos comprar tres meteoritos
muy interesantes a muy buen precio.
También tuvimos ocasión de ver meteoritos en otras tiendas, pero ya que
nos pedían unas cantidades de dinero muy elevadas, decidimos descartarlos de
momento. No queríamos que también allí
pensaran que estábamos en la desesperación de comprarlos a cualquier precio,
habiendo una oferta de meteoritos tan grande.
A la salida fuimos invitados a un
evento de improviso. Efectivamente
cuando planificamos la expedición informamos a todos los miembros y contábamos
con que en cualquier momento de nuestro viaje, podríamos ser invitados a algún
evento al que por pura cortesía, como equipo científico, asistiríamos, ya que
también por cortesía nos habían facilitado mucho las cosas para el perfecto
desarrollo de nuestros planes en Dakhla. Todos sabemos lo difíciles que están las cosas por Marruecos...
En aquel país con bastante
frecuencia uno es invitado a eventos, máxime cuando ostenta una consideración
como la que ostentábamos nosotros; éramos expedicionarios acreditados por el
Museo Canario de Meteoritos, personal que en Marruecos teníamos la
consideración de Científicos, y por lo tanto se nos había permitido el
desarrollo científico de nuestra estancia.
La apertura de un restaurante en Dakhla
siempre es un evento, máxime cuando se trata de un empresario español, y
además, si es un local de lujo. El
equipo fue invitado cortesmente a la inauguración.
Motivo del evento hubo un grave
incidente entre dos miembros del equipo que, lamentándolo mucho, supuso un
escollo en la integridad del grupo. Admito
que supuso una mancha grave ante empresarios y autoridades de Dakhla. El
prestigio de una Expedición científica quedó en entredicho, al menos por ese
momento. Posteriores reuniones y gracias a la diplomacia todo quedó en un incidente sin mayor importancia y el prestigio de la Expedición no se vio afectado.
La cena tuvo lugar en casa de
Bomba, donde fuimos agasajados con un exquisito té de la mejor calidad, un
maravilloso incienso aromático, y el mejor cus cus con verduras y carne que en
mi vida he probado.
Y cómo no, aparecieron de la nada
dos personas con sacos de piedras.
Los expedicionarios pudimos
observarlas, estudiarlas, practicar la identificación de meteoritos, y
finalmente entre todas ellas, solo dos pedacitos pequeños eran meteoritos. Uno de ellos fue regalado a Ana, el otro no
quiso venderlo.
Tras un intenso día, lo mejor era
retirarse a descansar. Tomar una buena ducha caliente y dormir. A la mañana siguiente el equipo debía
reunirse en la recepción del hotel a las 10.00 horas. Era preciso permitir algunas
horas más de descanso al equipo.
3º DIA DE EXPEDICIÓN.
Tras un reparador sueño y una buena
ducha caliente, uno coge con mejor pie eso de salir al desierto. Hoy nos esperaba un gran día, ya que íbamos a
conocer algunos lugares significativos en Dakhla, iríamos al lugar donde íbamos
a acampar esa noche y desde ahí partiríamos a efectuar las búsquedas de
meteoritos y demás.
El desayuno era de obligado
cumplimiento para coger fuerzas para iniciar un día que, casi sin darnos
cuenta, iba a ser el mejor día de toda la Expedición.
Enfilamos la carretera, donde
nuestra primera parada fue el kilómetro 25.
Este precioso paraje es conocido mundialmente por tener un emplazamiento
privilegiado para la práctica del katesurf.
Varios campings por la zona dejaban constancia de ello, así como decenas
de surferos surcando las olas de la bahía de Dakhla. Un agua cristalina y turquesa que era las
delicias de nuestras cámaras fotográficas.
En semejante emplazamiento
evidentemente pudimos tomar algunas de las más bellas imágenes de todo el
viaje.
Tras media hora de descanso y
sesión fotográfica, continuamos avanzando en la carretera hasta llegar a los
arenales que alimentaba Duna Blanca. Los
4 x 4 en alguna ocasión tuvieron alguna dificultad en la arena, que salvamos
sin contratiempo, tiempo durante el cual pudimos reconocer tierras cercanas,
ver piedras, paisajes… Era extraordinario todo aquello. Turbantes puestos para el sol y la arena,
continuamos hacia duna blanca.
Cuando alcé mi vista y contemplé
aquella enorme duna de arenas blancas como la nieve en medio de una playa
inmensa que se perdía a la vista en el horizonte, comprendí porqué aquel lugar
tenía una mágica consideración, casi como si fuera un santuario, entre los
habitantes del lugar. Era sencillamente
Majestuoso…
Dejamos los vehículos a una
distancia razonable, y caminamos hacia Duna Blanca, que la fuimos subiendo
poco a poco dejándonos abrazar por las
arenas del desierto. El espectáculo a la
vista era, sencillamente precioso.
Desde lo alto de la enorme duna
podía verse el mar, el desierto, la playa, y la preciosa laguna que paraba el
avance de la duna, razón por la cual no se movía nunca del lugar.
Hicimos fotos, nos maravillamos con
el paisaje… pero la carretera nos reclamaba de nuevo a continuar hasta el
campamento, así que enfilamos de nuevo el viaje, camino de Al Argoub.
Cuando llegamos al pequeño
pueblito, en la gasolinera de la entrada (ruinosa, sea dicho de paso), hicimos
un alto en el camino, tomamos un té junto a nuestros anfitriones. Debo decir que en todo momento nos trataron
como a reyes. Fue extraordinario.
En ese lapso de tiempo, la guardia
civil de Dakhla nos tomaba nota de los datos de pasaporte, ya que esa noche
iban a estar patrullando cerca del campamento donde íbamos a pernoctar para que
estuviéramos protegidos, y a la vez, iban preparando la comida, antes de bajar
al campamento, que ya lo estaban montando los pescadores.
Disfrutamos de una estupenda comida
a base de ensalada marroquí y corvina rebozada exquisita y fresca. Una enorme bandeja de fruta completó el
refectorio, y al término, bajamos al campamento.
Las haimas ya estaban montadas, a
falta de los colchones y pocos detalles más.
En ese rato estuvimos acomodando los equipajes, y algunos salimos a
reconocer los alrededores.
De inmediato a Manolo y a mí nos
llamó profundamente la atención la gigantesca pared de rocas formadas por
millones de fósiles de bivalvos y otros animales marinos que se levantaba ante
la playa, dándonos cobijo. Y fue aquí en la playa de Al Argoub donde pudimos
recoger numerosos fósiles marinos perfectamente conservados, dientes de
tiburón, bivalvos, equinodermos, corales, etc…
Mientras los apoyos logísticos
terminaban de montar el campamento y demás, El Habi nos condujo hasta las
inmediaciones de Imlili, una zona donde al parecer se veían grupos de franceses
buscando meteoritos con bastante frecuencia.
En el trayecto hicimos dos paradas
más para abrir batidas de búsqueda de meteoritos en el desierto. Tras examinar
los terrenos por dónde íbamos pasando seleccionando los suelos más estables y
ausentes de arena, abríamos batidas sin mucho resultado. Si acaso algunas rocas y muchos pedernales
propio de esas tierras silícicas. El viento racheaba y la tarde estaba cayendo. Pude comprobar una vez más que identificar
rocas negras sobre un suelo de tono pálido se hacía mucho más fácil si situaba
el sol a mis espaldas, de forma que eliminaba las sombras que las rocas
proyectaban sobre el terreno.
Finalmente pasamos Imlili y hacia
la izquierda se levantaban unas colinas en cuyos valles se acumulaba algo de
arena. El viento continuaba racheando
con intensidad, por lo que se agradeció la ropa de abrigo y el turbante. Hicimos un alto, en aquellas colinas al
parecer se solían ver a grupos de franceses buscando meteoritos. Pensé que
sería interesante hacer una batida por la zona antes de retirarnos a la haima
del campamento.
Nos abrimos nuevamente y comenzamos
a rastrear por el suelo.
Fue en ese momento cuando mi vista
se fijó en una pequeña roca oscura sobre el terreno, sin tocarla me acerqué
para examinarla. Efectivamente, acababa de hacer el hallazgo de un
meteorito. Marqué el lugar con una
piedra de cuarzo blanco, no toqué nada, y regresé al vehículo a dar aviso y
reunir al equipo en torno al hallazgo para su documentación.
Cuando fuimos llegando, tomamos todos los datos precisos en el lugar. Eran las 18:32 UTC (19:32 hora local) del viernes 22 de mayo de 2015. Las coordenadas geográficas 23.285381, -15.958395, equivalentes a 23º17’7.3716’’ N, 15º57’30.2214’’O.
Situé el cubo de escala junto al
ejemplar, solicité a Manolo que marcara las coordenadas geográficas junto al
meteorito, y a Jorge que documentara gráficamente el hallazgo. Hecho esto, procedimos a la toma de datos,
pesamos el ejemplar, que resultó en 14.8 gramos, y a recuperar el mismo. Fue una experiencia fascinante.
Proseguimos la búsqueda. Al parecer
Mónica entre las piedras que aisló hay otra que parece meteorito, pero que deja
ciertas dudas hasta que no lleguemos a casa y podamos estudiarlo adecuadamente.
Esta zona quedará marcada como zona
de búsqueda para futuras visitas.
De camino al campamento hicimos un
nuevo alto para hacer otra búsqueda breve, con resultado negativo.
De vuelta al campamento aún había
luz en el cielo. El sol ya había caído pero la tarde estaba clara. El viento
que se metió continuó durante gran parte de la noche, lo que dificultó bastante
la astronomía que teníamos prevista hacer.
Tampoco ayudó que el telescopio sufriera un percance y no pudimos
usarlo.
Mientras algunos del equipo nos
acomodábamos en las haimas, otros examinaban el terreno en busca de fósiles. Un
té reconfortaba de la caminata.
Comentábamos sobre el día, y en
reunión todos los participantes y demás personal logístico disfrutábamos de una
agradable tarde resguardados del viento en la haima, mientras esperábamos la
cena. Al parecer nos estaban preparando un suculento arroz amarillo con
verduras y pescado.
Mientras tanto salimos al exterior
y láser en mano fuimos viendo las constelaciones que el maravilloso cielo del
desierto nos ofrecía. La luna estaba en
creciente de cinco días, iluminando al 25% a una distancia de 397.586
kilómetros de la Tierra, y hasta las 23:40 horas no caería detrás de horizonte,
pero aún así, las constelaciones mayores eran claramente visibles en el cielo,
incluido el eje de rotación terrestre, desde la estrella polar hasta la cruz
del sur.
Terminamos la sesión de astronomía
y volvimos a la haima para la cena.
Estuvimos charlando animadamente de diversos temas y de pronto llegó la
cena. Dos enormes bandejas de arroz amarillo con verduras y pescado que, sobre
el suelo de la haima, degustamos por grupos.
Fue una experiencia maravillosa.
La noche continuó animada hasta que
ya algunos fueron retirándose al descanso en la haima. Finalmente, todos sucumbimos en nuestros
sacos de dormir o entre mantas al sueño, a reponer fuerzas para el día
siguiente, último de la Expedición Sáhara 2015.
4º DIA DE EXPEDICIÓN.-
Amanece sobre el mar en la playa de
Al Argoub. Un soleado día, precioso y fresco que nos invitó a pasear por la
extraordinaria playa de blancas arenas.
Tomamos un té, unas galletas, y
salimos a hacer una nueva batida sobre el terreno mientras desmontaban las
haimas. Recurrimos los terrenos
cercanos, encontramos gran cantidad de fósiles, muy bien conservados, por
cierto, muchos de los cuales pudimos aislarlos para traerlos a Canarias, para
nuestras colecciones particulares. Casi
una hora de batida por las arenas. Pero ningún meteorito.
Nos recogieron en los coches, y
salimos hacia Al Argoub para desayunar.
Desayuno que disfrutamos en una “cafetería” debajo de una carnicería. Las carnicerías en Marruecos son lugares
pintorescos especialmente preparados para aquellas personas de estómago
duro. Un par de piezas de cabra colgadas
de cualquier forma, sin ninguna garantía sanitaria, de unos ganchos, a la vista
de todos, pasto de las moscas que el carnicero se empeña en espantar con un
plumero a palo limpio contra la cabra muerta, y con un poco de imaginación, la
cubre con un trapo que se sostiene solo de la mierda que tiene…
Aprovechamos el tiempo del desayuno
para que el mecánico le echara un ojo a uno de los jeeps, que al parecer iba
demasiado acelerado. Terminado el
trabajo, partimos hacia Dakhla, donde llegaríamos para la comida.
Esta comida iba a ser muy especial,
por varios motivos.
Se trataba de una invitación del
Director de la Cámara de Comercio de Laayoune a los miembros de la Expedición
científica. Sin duda fue un halago ya
que la invitación se basó en pescado fresco, ensaladas varias, y dos kilos de
langostas exquisitamente preparadas que fueron nuestro más delicioso plato. Degustar estos manjares fue toda una
experiencia, ya que los miembros de la expedición quedamos todos muy gratamente
sorprendidos.
Terminada la comida, salimos a
pasear. Teníamos una hora antes de salir
hacia el Aeropuerto. Eran las 4 de la tarde y decidimos darnos un paseo por las
tiendas donde anteriormente habíamos localizado algunos meteoritos, para lanzar
alguna oferta de interés para todos. En
esta ocasión tuvimos la suerte de que el comerciante se vino a razones, y tanto
Manolo, como Mónica, Ana y un servidor, pudimos comprar varios meteoritos y
fósiles a precios extremadamente asequibles.
Era evidente que el negocio estaba hecho.
De esta forma, pudimos adquirir
algunas Condritas preciosas que forman parte del tesoro que hemos traído de
Marruecos en la Expedición.
A las 5 de la tarde, nos recogieron
Bomba y Nafaa y nos llevaron al aeropuerto.
La Expedición Sáhara 2015 había tocado su fin. En poco menos de una hora estaríamos de
regreso en Gran Canaria, con la mochila llena de experiencias y nuevos amigos,
y con los tesoros que pudimos reconocer, encontrar y recuperar en aquel
maravilloso país que es Marruecos.
Con esto cierro este relato de las
andanzas de la Expedición por el desierto, para dar paso al resto de informes
que se desarrollarán acto seguido al regreso, con la exposición de los
especímenes traídos y estudiados y todos aquellos otros informes de interés
para el futuro desarrollo de nuevas expediciones científicas al desierto.
Quiero agradecer nuevamente, con el
corazón en la mano, a todos los que han participado y hecho posible el
desarrollo de la Expedición Científica al desierto.
José García.
Director de la Expedición
SAHARA 2015.
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